lunes, 5 de agosto de 2013

D`LA GUERRA DE LOS SEXOS


Entre los hombres y las mujeres existen diferencias evidentes en todos los aspectos de sus vidas y en la forma de inter relacionarse en la sociedad. No se trata solo de una diferencia física, se trata de cómo percibimos  el efecto que ejerce  la masculinidad y  la feminidad en nuestras vidas. Quizás la historia registró la supremacía del hombre sobre la mujer, modestas banderas de lucha se levantaban por algunas mujeres que ciertamente lograron trascender pero no se hablaba de una Guerra de los sexos como tal. Actualmente tenemos otra realidad en la que somos testigos de una verdadera guerra de los sexos  en donde la mujer reclama con más fuerza el reconocimiento de igualdad, ocupando mayor espacio en la dinámica productiva y dentro de todas las ramas de poder. Servimos la mesa para el desarrollo de un tema que de seguro va a generar debate; La Guerra de Los Sexos.
Las armas con las que se presentan en esta guerra tanto hombres como mujeres son de una gran diversidad y paridad, ya no se habla de la supremacía del hombre. ¿Cual fue el origen de esa “supremacía”?  La historia lo registra dentro del contexto del sexo fuerte y del sexo débil. El hombre irrumpe en la tierra en medio de un ambiente hostil, el clima, animales salvajes, buscar alimentos, etc. Se trataba de actuar por instinto, no existía el desarrollo del intelecto ni el conocimiento; y ese instinto demandaba fuerza física que evidentemente la aportaba el macho, la mujer era compañera, casi podría decirse que su rol era, sin saberlo, la reproducción.  Desde ahí comienza entonces a despuntar la supremacía del hombre sobre la mujer.


El instinto gobernaba la actividad sexual en donde la mujer era receptáculo del hombre, sexualmente hablando este desarrollaba un rol activo sobre la mujer.  Vamos a hacer un ejercicio de comparación de todas las especies incluyendo la humana y vamos a ver que naturalmente los roles estaban claramente definidos pero no había mayor diferencia, las hembras al momento de gestar y de tener crías se fortalecían y sacaban adelante su descendencia buscando alimento e instruyéndoles esas destrezas en el arte de cazar que caracterizaban al macho. Es claro que lejos de observar una diferencia observamos  similitudes. Pero el desarrollo del intelecto de la especie humana hizo crecer el “razonamiento” y en base a este razonamiento se otorgo el rol dominante al hombre y el rol dominado de la mujer. Todo visto desde el aspecto sexual. El pene ara asociado al poder,  y así lo vio el hombre. Casi podría decirse que el hombre coloca sobre el pene  todos sus actos, todos sus pensamientos, El hombre en la historia fue desarrollando un carácter genital y la mujer un carácter sentimental, y ello la colocaba en  supuesta desventaja frente al poder del pene; digo “supuesta desventaja” porque  al darle poder a la genitalidad y que en base a ella actúa el hombre es sin duda alguna una debilidad, presa fácil de la manipulación.  Con el paso del tiempo se intento manipular con argumentos éticos el desarrollo de la sexualidad femenina, se  le grabo en su psique la sexualidad como una actividad reproductiva dentro de un matrimonio reconocido por la sociedad. Se mutilaba así su fuerza y el hombre continuaba dominando y todo bajo la supremacía de su Genitalidad y el poder del pene.
Pero con el paso del tiempo y el desarrollo de las comunicaciones, aquellas modestas  luchas de algunas mujeres se fueron haciendo eco en todas las mujeres, estas comenzaron a ocupar cargos dentro del aparato productivo, todo impulsado por esos eventos mundiales que demandaban la incorporación de la mujer a la sociedad activa. En el ambiente de trabajo se comenzaron a reunir las mujeres para hablar de temas diferentes a las actividades domesticas, estas se hacían más independientes, ganaban su dinero, algunas se hacían de su espacio, eran libres para moverse y para actuar sin importarle el juicio de la sociedad. Las cosas estaban cambiando. La mujer se da cuenta de que la supuesta fortaleza del hombre basado en su genitalidad era una debilidad para él y que ante el poder del pene también existía el poder de la vagina.
Sobre el hombre se recae la presion del tamaño de su pene, la presion de brindar placer a la mujer, mantener largo tiempo una ereccion para satisfacer a esa mujer, todo ello atenta sobre su poder y lo coloca en un estado de vulnerabilidad. La mujer poco a poco se fue alejando del rol sentimental para irrumpir con fuerza en la genitalidad como el hombre.  Descubre el placer del sexo, se permite experimentar, probar opciones antes de entregarse al matrimonio. Un poco mas allá incluso se permitió considerar ser infiel, quizás impulsada por amigas que en la oficina le alentaban a consumar actos sexuales con ese hombre bello que en algún momento coqueteaba con ella. El hombre puede ejercer roles domesticos, no hay diferencias en quien puede ejercer la paternidad o maternidad solitaria. NO hay requisitos que difieran a hombres o mujeres para ejercer altos cargos gubernamentales. La infidelidad ya no era solo del hombre. La mujer encontró en la infidelidad una válvula de escape al hastío y el fastidio dentro de su relación de pareja. Se hacía poderosa en la medida que tomaba consciencia  de su genitalidad y del dominio de la vagina. Comenzó a combinar como arma letal el razonamiento con el sexo;  el hombre solo se guiaba genitalmente,  sus actos nunca fueron razonados y esto les puso en desventaja. Los roles se igualaron y el campo de batalla estaba listo, comienza así una Guerra de Sexos campal en la que al final podríamos decir que el gran ganador será el Placer para bien de hombres y mujeres por igual.  

 
  

 

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